La realidad de sentarse a comer en familia en Tijuana rara vez se parece a lo que muestran los comerciales. El adolescente que llega pidiendo hamburguesa, la niña que voltea la cara ante la sopa de verduras, papá pegado al celular y mamá manejando horarios locos. No es fácil, pero tampoco imposible, darle la vuelta y disfrutar el momento juntos sin que se convierta en una batalla. ¡Descubre más información aquí!
¿Primer paso? Abandonar la idea de la comida perfecta para todos. Aquí lo que más funciona es ser flexible. No todos aman lo mismo ni tienen hambre a la misma hora. El truco es tomar en cuenta a cada integrante: tal vez uno odie el brócoli pero devore pepinos, otro quiera doble porción de frijoles y a la pequeña le encante el huevo con jitomate. Dando espacio a elecciones diferentes, los “no me gusta” se hacen menos dramáticos.
¿Cocinar para la familia? Menos show y más practicidad. Recetas con ingredientes fáciles, que puedas adaptar sin estrés. Por ejemplo, si preparas pollo al horno, con un par de salsas el plato se siente distinto para cada quien. Los guisos de siempre pueden mejorarse sumando verduras sin perder el sabor tradicional. Además, si tienes ya listos un par de bases (arroz, verduras cocidas, pasta), improvisar entre semana se vuelve rápido y reduce la presión.
Las actividades cotidianas no esperan a nadie. Por eso, los menús rápidos y que resisten recalentados son oro puro. La lonchera que sobrevive hasta la tarde, una cena ligera que no exija lavar media cocina… y si hay fruta bonita en el refri, más fácil que la prefieran a las galletas.
Un tip valioso: deja que todos se metan en la cocina. El más chico puede ayudar a lavar verduras, el mayor a preparar su propio “bowl”, o incluso escoger el postre de la semana. Cuando los hijos participan y ven cómo se preparan los alimentos, no solo aprenden sino que a veces hasta se animan a probar lo que antes ni miraban.
No hay que desaparecer los platillos favoritos, solo darles su lugar junto a opciones nuevas. Un viernes de pizza casera puede venir acompañado de ensalada divertida o frutas en palitos. Así, ni los antojos ni el equilibrio se ven como enemigos.
Y si un día nada sale como planeaste, no pasa nada. Comer en familia es también aprender a soltar, reírse cuando la receta no sale y limpiar juntos. Lo importante es crear momentos de unión, sin discursos ni pleitos, donde todos encuentran algo para disfrutar.
En Tijuana, lograr que la mesa sea un espacio compartido y alegre es posible con creatividad, paciencia y algunas concesiones. Más participación, menos reglas, y recordar que un buen ambiente alimenta igual que la mejor receta.
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